logo Mary la anaconda
Puntuación: 0 | Nivel: 1
¿Cómo se juega?

Suma puntos alimentando a Mary
Mueve a la anaconda usando

las flechas
del teclado
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keys
los botones
en pantalla
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gestos táctiles
(deslizar)
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¡Consigue la mayor puntuación posible!
Cada 5 puntos subes de nivel, pero... ¡Cuidado! El perímetro del área de juego se volverá sólido temporalmente, Mary aumentará de velocidad y aparecerán nuevos obstáculos.
El juego termina si Mary se estampa contra un obstáculo, contra la pared o se enrosca sobre sí misma.

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Obtén puntos / Mary aumenta de tamaño

Reduce el tamaño de Mary

Elimina un obstáculo

Mary repta más rápido temporalmente

Reduce el tamaño de Mary a la mitad

Elimina todos los obstáculos

Mary repta a toda velocidad (aislamiento)

Permite salir del modo aislamiento

Mary puede enroscarse sobre sí misma

Obstáculo

La pared se puede atravesar

La pared no se puede atravesar

La historia de Mary. Alcanza el nivel 8 para desbloquear

Hay quien dice que tener hijos es una bendición. Sí, sí... ¡Que se lo pregunten a la veterinaria Lourdes!

Lourdes, divorciada y con una hija de siete años a su cargo, siempre contaba la misma anécdota para dar su punto de vista: «Imagina que un día entras en una tienda de mascotas y, como fanático de los animales exóticos que eres, decides comprar una anaconda.
Al principio todo es ilusión: eliges el terrario ideal, lo decoras a tu gusto e introduces a la pequeña cría de boa en su interior. No puedes dejar de mirarla, te encanta ver cómo se desliza de un lado para otro, cómo se enreda en esa rama que con tanto cariño añadiste días después... e incluso te da morbo alimentarla con ratones vivos para ver cómo los persigue hasta conseguir engullirlos. ¡Todo un espectáculo! Hasta que un día el terrario se le queda pequeño y entonces, ¿qué haces? ¿La sueltas en el parque para que se dé un festín con los patos del estanque o, finalmente, toda tu casa se acaba convirtiendo en su nueva jaula de cristal?
Ahí estás tú, sentado en el sofá viendo la tele con la culebra de bufanda como si fueses una pitonisa, o recogiendo los platos después de cenar mientras no hace más que enroscarse a tus piernas haciéndote tropezar... Incluso sospechas que alguno de esos ratones que das de comer a Mary se debió de escapar y ha anidado entre los tabiques ya que, pegando la oreja a la pared y prestando atención, a veces consigues escuchar chilliditos y patitas raspando por el interior del pladur.
Mary sigue creciendo, ocupando cada vez más espacio, pero no importa porque cada vez es más cariñosa. Ahora incluso duerme contigo en la cama completamente estirada. ¡Qué amor de anaconda!».

En ese punto de la historia Lourdes siempre hacía una pausa, miraba intensamente a su interlocutor y le preguntaba: «¿Sabes qué hacía la culebra en la cama? ¿Sabes por qué estaba completamente estirada?». Y, tras unos segundos observando su reacción, decía: «Le estaba midiendo. Estaba viendo si era ya lo suficientemente grande como para poder engullir a su dueño con éxito. ¡Menuda hija de puta, la Mary! —maldecía Lourdes entre carcajadas—. Por suerte, mi hija todavía tiene siete años...», remataba con lágrimas en los ojos de tanto reírse.


Extracto del libro ilustrado Historia de un condón
(capítulo 9. La jirafa).
Víctor el Bizarro. 2022
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©2025 Víctor Martín. Mary la anaconda



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